Es raro que en vacaciones Bogotá se transforme delicadamente en la ciudad más hermosa, el sol hace su despliegue fantástico, los rostros parecen alivianarse en algún por ciento, las risas se esclarecen y sumergen de la abrasadora rutina capitalina, y es curioso este fenómeno, ya que no parece incrustarse en la memoria colectiva, pues son pocos los que deciden permanecer en la ciudad un día más del correspondiente a sus costumbres.
Bogotá es como una prostituta de la que todos abusan y en cuanto eyaculan se marchan, Bogotá es una china fea, un adicta al bazuco, la dueña de una papelería de la que todos se quejan por su carestía, Bogotá es un supermercado de barrio atendido por cuatro calvos, un marquetero incapaz de hacer un cuadro, un niño que por su demencia prefiere parecer mudo, Bogotá es una cloaca llena de ráfagas de luces, de alientos encontrados en vapor de buses, de billetes de mil pesos, de rostros complejos. Bogotá sabe a vodka barato y cigarrillo.
1 comentario:
Debes hacerme un crédito con la foto, siempre amo lo que escribes....
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