miércoles, 4 de agosto de 2010




SINTIENDO LA PESADEZ DE UN SER OBESO

Vagaba por los barrios del centro, hacia un frió polar y hasta el aire flotaba contenido de un olor particular. Buscaba miradas conocidas, esperaba por atmósferas familiares, busqué entre la chaqueta ciegamente, encendí un cigarro y decidí esperar, sin saber aún que me retenía, encendí otro y uno más, mi saliva empezó a espesarse a compactarse entre la lengua y el paladar.La espera se alojaba sobre mi frente y detrás de las orejas, camine media cuadra y decidí poner en practica experimentos de carácter social, así que aquel que por azar mirara mi rostro recibiría a cambio una esplendida sonrisa, me ruborizaba su confusión. El pánico se apodero de mis piernas y empecé a correr un impulso incontenible nadaba por mi vientre, decidí detenerlo todo, gritar, arrodillarme, mostrar los dientes, aplaudir, que no me miren, no fue mi culpa, culpen a la atmósfera sonora y al disolvente de los sentidos.

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